Madrid, 1963

Blanca Muñoz

Blanca comenzó a trabajar con esferas de poliespán que perforaba mediante una serie de varillas para representar la supuesta distancia entre las galaxias. La aparición de estas varillas supondría el inicio del trabajo de Muñoz con el que quizás sea su material más reconocible: el acero inoxidable.

Heredera de la obra de escultores como James Turrell o Anish Kapoor, Blanca Muñoz ha creado un estilo personal que busca su inspiración en las formas propias de la astrofísica y la botánica, así como en el interés de la artista por moldear la materia que se ordena en un espacio carente de gravedad, lo que da como resultado estructuras luminosas y versátiles que mantienen un equilibrio entre fortaleza y fragilidad.

Formada en ciudades como México D. F., Roma y Londres, desde los inicios de su carrera mostró una atracción por la astrofísica y la situación de las estrellas, una materia que ha impregnado toda su obra. En México descubrió el sol y los volcanes; en Roma el río Tíber, que es el alma de la ciudad desde su fundación; y en Londres se refugió en la exuberancia de los parques. En esta última ciudad incorporó la que se convertiría en una de las principales características de su obra: las varillas metálicas. En su reducida habitación londinense, Blanca comenzó a trabajar con esferas de poliespán que perforaba mediante una serie de varillas para representar la supuesta distancia entre las galaxias. Un día sintió la necesidad de coger una de esas esferas y colocarla en una esquina de la pared de su dormitorio, con la sorpresa de que las varillas las atravesaban hicieron de enganche con la superficie rugosa de la pared. Así fue como surgieron esas esculturas tan singulares que trepan por las paredes.

La aparición de estas varillas también supondría el inicio del trabajo de Muñoz con el que quizás sea su material más reconocible: el acero inoxidable. Un material que trabaja con un calibre y longitud muy variados y al que da forma a su gusto hasta conseguir unas obras que nos recuerdan a las nebulosas que tanto admira en el cosmos. Este material también produce una reverberación luminosa muy característica, especialmente en sus esculturas monumentales, una disciplina que ha desarrollado a lo largo de su carrera al tiempo que ha trabajado en esculturas de pequeño formato. Y es que, en muchas ocasiones, estas obras monumentales tienen una escultura madre de menor tamaño en la que Blanca explora todas las posibilidades de ese material rígido y pesado que, en sus manos, parece dúctil y ligero.

Podemos encontrar escultura pública monumental de Blanca Muñoz en ciudades como Madrid, en concreto el conjunto compuesto por cuatro piezas que ha realizado para la Plaza de España, así como Géminis, situado en la torre de Norman Foster, y Leónidas, en la estación de Príncipe Pío. También hay obra suya en las calles de Málaga (Panta rei), Badajoz (Eclíptica) o Bilbao (Perseidas II, en el parque de la Curva de Elorrieta, 2004).

La colección Hortensia Herrero contiene una obra de Blanca Muñoz titulada Trébol en la que, además del acero, observamos el color azul que ha incorporado a muchas de sus obras porque, como ella misma explica, es el color del cosmos.

Muestra de sus obras en el CAHH